El día en que los escoltas de Ivanka Trump dejaron un "desastre" mierdoso en el baño que les había cedido Obama.

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La historia lo tiene todo.

Presidentes. Expresidentes. Servicio Secreto. Mierda -literalmente-. Y una búsqueda frenética: no la de un asesino que amenaza la vida del presidente de Estados Unidos, sino la de un baño donde aliviarse.

La cuenta el Washington Post, es real, y no sería mejor ni nos la hubiéramos creído si la hubieran escrito los guionistas de cualquier gran serie estadounidense.

Empecemos.

Lugar, Kalorama, el barrio más caro y pijo de la capital estadounidense, donde viven, entre otros, Obama y Jeff Bezos -sí, el Bezos de Amazon-.

Ivanka Trump saliendo de su casa, en Kalorama (Photo by J. Lawler Duggan/For The Washington Post via Getty Images)

Allí, durante décadas, agentes del Servicio Secreto se han encargado de la protección de altos mandatarios del país, incluidos varios expresidentes. Son el cuerpo de élite de guardaespaldas del poder político.

En el barrio están más que acostumbrados a su presencia -y tranquilos con ella, evidentemente-, hasta que, tachán, llegan los Kushner-Trump y obligan a esos hombres, acostumbrados a lidiar con amenazas de muerte, a lidiar con algo incontrolable: las ganas de ir al baño. La hija y el yerno de Trump les prohíben acceder a la vivienda para usar cualquiera de los siete baños de la mansión.

Sin un lugar donde aliviarse, empieza la peregrinación en busca de un baño.

Barak Obama, que vive cerca, les cede su garaje y un baño -donde los agentes de su protección habían instalado un puesto de mando- para que los agentes destinados a la hija de Trump puedan descansar y aliviarse. Pero -tremendo giro de guión- el equipo del expresidente Obama se harta y prohibe que los visitantes sigan usando ese baño prestado cuando uno de ellos deja un desastre de proporciones bíblicas. El texto no especifica el desastre, pero siendo un baño pueden ustedes imaginárselo. ¿Hasta dónde llegó la porquería para que Obama los largara de su casa? Hagan apuestas.

Tanta casa, y ni un triste baño para los agentes del Servicio Secreto (Photo credit should read PAUL J. RICHARDS/AFP via Getty Images)
Tanta casa, y ni un triste baño para los agentes del Servicio Secreto (Photo credit should read PAUL J. RICHARDS/AFP via Getty Images)

Total, que desesperados en la búsqueda de un baño, instalan retretes portátiles en la calle -de esos de las obras y los conciertos- pero el vecindario -ay, los ricos- protesta. ¿Cómo van a ver ellos váteres en sus calles impolutas?

Fuera los retretes portátiles.

Algunos agentes logran adivinar las ganas de pipí y popó con tiempo suficiente para coger el coche y conducir hasta la casa del vicepresidente Mike Pence, que sí les dejaba utilizar uno de sus baños. Los que no podían o no llegaban a tiempo, peregrinaban hasta restaurantes cercanos buscando la hospitalidad de los dueños. Otros se ven obligados a mear en botellas dentro de sus coches -cosa óbviamente más fácil para los hombres que para las mujeres-.

Hartos los agentes, y hartos los mandos -hubiera sido relativamente fácil montar un atentado contra alguno de esos agentes: sólo habría hecho falta esperarlo en cualquier baño de cualquier restaurante cercano-, buscan otra solución. La encuentran en la casa de enfrente: tiene un sótano con acceso independiente donde hay una sala y un baño. Llaman a la dueña. Que no es una cualquiera. Es la mujer del propietario de AOL, America On Line, vamos, la Telefónica estadounidense. Les dice que tiene la casa alquilada y que va a preguntar a su inquilino. El inquilino responde que bueno, vale, total él no usa ese sótano, pero que le haga una rebaja en el alquiler. La señora se lo rebaja, pero se lo cobra al contribuyente de Estados Unidos: 3.000 euros al mes para que meen los agentes destinados a la protección de Ivanka Trump.

Un chollo, vamos.